Cuando uno piensa en Pedernal, la primera imagen que viene a la mente es su cielo. Un azul profundo, casi irreal, que se luce más de 300 días al año sin nubes. Hacia el oeste, se levanta la imponente precordillera andina; hacia el este, la sierra de Pedernal. Y en medio, un valle desértico salpicado por el verde intenso de los viñedos.
Pero el verdadero secreto de este terroir único no está en el cielo, sino bajo nuestros pies.
Piedras que cuentan una historia de 485 millones de años

¿Por qué? Porque esas sierras, que hoy se elevan a miles de metros, alguna vez fueron el lecho del Océano Pacífico.
Hace 485 millones de años, dos placas tectónicas chocaron y comenzaron a elevar la Cordillera de los Andes, arrastrando con ellas parte del fondo marino. Lo que pisamos hoy en Pedernal son rocas de sedimento marino, de origen biogénico. “Está formado por carbonato de calcio de algún arrecife de coral, que dan una composición única dentro de la Argentina”, explican los expertos.

Del fondo del mar a la copa de vino
Este suelo ancestral no es solo una curiosidad geológica; es la cuna de vinos excepcionales. La combinación de este suelo único y el clima desértico de altura es ideal para la vid. Permite que la planta crezca “muy equilibrada, sin mucho follaje y con muy buena calidad de fruta”.
Pero, ¿cómo se traduce este pasado oceánico en los vinos?
La respuesta está en la copa. Los vinos de Pedernal son conocidos por tener “muchas capas” y una “mucha minerabilidad”. Tienen una frescura vibrante, gracias a la acidez natural que da el clima, la cual resalta la fruta fresca.
Además, el vino captura la esencia del paisaje. La naturaleza salvaje e inhóspita del valle, con sus hierbas aromáticas nativas como la jarilla, el orégano y el tomillo, también se ve reflejada en las botellas.
Al catar un vino de Pedernal, se puede sentir esa calidad que lo codea con los mejores terroirs argentinos. Sin embargo, tiene un sello distintivo. “Una de las cosas que hace especial a Pedernal es que tiene un componente de hierbas en la nariz bastante específico”, comentan los enólogos.
Ese es el combo que merece atención propia: una frescura notable, una madurez perfecta y ese perfil herbal único.
La próxima vez que visites Pedernal o descorches uno de sus vinos, tómate un segundo. Estás probando mucho más que uvas: estás bebiendo la historia de un océano que se convirtió en montaña.
